El 24 de marzo de 1980, monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, fue asesinado a tiros mientras celebraba misa. El episodio dio origen a una guerra civil que dejó cerca de 75.000 muertos y desaparecidos, según los expertos.
Romero era un elemento de paz y la extrema derecha quería ir a la guerra civil, eliminando a la guerrilla y a toda la oposición. La figura de Romero impedía que el país cayera en la confrontación, era la voz moral del país y para hacer la guerra era necesario acabar con la conciencia moral.
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